Un niña le dice a su madre en el oído, de jugando:
"blablablabla...BASTA..."
Otra niña-adulta se dice a sí-misma, de verdad:
"BASTA para Mí,
basta para Todo
basta,
ya basta".
Busco la palabra "Basta" y dice: " Cada una de las puntadas que suele tener el colchón para mantener el relleno en su lugar./loc. Voz que sirve para poner término a una acción o discurso.”
Digo BASTA y pongo Bastas para poder mantener mi cabeza en su lugar, pero de Otro modo.
“La tristeza, los afectos tristes son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en sus esclavos.Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos. No es fácil ser un hombre libre: huir de la peste, organizar encuentros, aumentar la capacidad de actuación, afectarse de alegría, multiplicar los afectos que expresan o desarrollan un máximo de afirmación.
Convertir el cuerpo en una fuerza que no se reduzca al organismo, convertir el pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia.”
G. Deleuze
La tristeza
dobla el cuerpo,
lo empuja hacia delante
y lo único posible es mirar el piso…
…o el ombligo.
Entonces:
o te das contra el suelo
o quebrás tu cuerpo y mirás el cielo.
Y que el sol te ilumine la cara y el azulceleste te dibuje una sonrisa.
Recién venía caminando en mi mundo, con un café con leche entre las manos, apurada. Recién venía mi hermana con cosas entre sus manos, apurada también. Las dos doblamos en el pasillo y ¡paff! chocamos. Con la mitad del café en mi remera, digo enojada: "¿No mirás cuando caminás?", y de golpe: me escucho...
...Pienso en el tiempo y la agenda, en lo que anoté para hacer, lo que quedó pendiente, lo que dejo para otro día. Veo una semana en la hoja y los garabatos inentendibles hacen que me pregunte por milésima vez cómo voy a hacer todo eso, y deseo (por milésima y un vez) que termine la semana que viene de una vez. La única diferencia es que esta vez me pregunto por el tiempo y mi agenda, y las cosas que tengo que hacer, las que quedarán pendientes y las que dejo para otro día por-quién-sabe-qué ya. Me pregunto por la pausa, la pausa que quiero que llegue y las personas que quiero ver pero tienen agendas como las mías (o a veces peores).
Cierro la agenda.
Pienso en la mancha de café en la remera, en la pausa que no hice, en el mundo en el que me enfrasco cuando voy a ciegas.
Pienso en hacerme el tiempo para que no pase el tiempo sin mirar cuando camino.
A veces me olvido cómo se escribe, para qué y en qué momentos.
También me olvido de lo que se siente escribir,
se vuelve ajena esa sensación, como si no la hubiera conocido nunca. (Todavía me pregunto si la conocí alguna vez...)
Por eso es que cada vuelta al teclado (o al papel y la birome) me cuesta como si fuera la primera.
Tengo que (re)conocer las l-e-t-r-a-s, los e s p a c i o s y loscoloresde nuevo;
sentir las yemas de los dedos apoyarse suavemente y perderle el miedo a la hoja-en-blanco.
Vuelvo a sentir en al panza algo distinto: una chispa que se mueve como subibaja una tarde de domingo en la plaza.
Elijo las palabras y los matices otra vez y recuerdo lo fácil que se me hacía antes, cuando escribía más seguido, cuando sentía tan fuerte que casi no podía esperar para sentarme frente al monitor.
Desconecto los sentidos de lo inmediato lentamente (no sin dificultades) y los conecto entre sí
y con el cuerpo,
de nuevo,
por otra primera vez.
Así es que se van asomando las preguntas:
¿Cómo se hace para volver a sentir?
¿Cómo dar vuelta la hoja terminada?
¿Cómo empezar otra vez para que esta sí sea distinta?
Como siempre, al final, hago algún intento de respuesta (provisoria, claro):
¿Ya quedé lo suficientemente privada-de-la-esperanza-de-conseguir-lo-que-deseo como para seguir adelante?
“No sé si esperarte de nuevo, por una mañana o dos…”
“Los hombres perciben la desesperación de amor, encuentran ese huequito..."
Entonces, ¿“el que espera desespera”? Y… eventualmente lo hace. Lo que sé ahora es que tengo ganas de no esperar más, quiero no desesperar más. Quiero desocupar mi cabeza de miedos y dudas para que la música vuelva a sonar y las mariposas a volar.
“La noche se agota de verme, quizás es mejor descansar.”
Quizás ya sea hora de dejarnos ir,
dejar ir lo que fue, lo que no,
lo que soñé sin molestar,
lo que quise y quiero,
estar sola.
“El lugar del desamparo es ese lugar vacío de miradas que confirmen la tuya. Es preciso pasar por esta experiencia de ajenidad para poder conquistar un espacio... Construir un nuevo espacio donde habitar supone hacer un duelo.
…es despedirnos del inexistente paraíso que creímos perdido.”
Me despido del paraíso.
“Quiero besar tu mirada
Antes que cierres los ojos
Quiero besarte dormida
Y despertarme en tu boca.
Vos.”
“Resolveré la última prosa, resuelve mis cosas, en soledad.”
¿Qué nos pasa que las cosas se nos pasan? ¿Por qué quienes nos importan se nos pasan? ¿Qué nos pasa que todo se pasa y no nos damos cuenta?
De pronto pareciera que los demás no existen, que vivimos mirando para el costado, hasta que nos damos cuenta que nos necesitamos, ahí recordamos los que perdimos de vista.
¿Será cuestión de ampliar el campo visual? ¿Será cuestión de entender que por más que sintonicemos distintos diales (1) escuchamos la misma radio?
Por ahí se trate de ir cambiando de sintonía...aunque sea de vez en cuando.
(1) Dial: en radios y teléfonos, placa con números o letras para seleccionar o establecer conexiones.
tro día más pasa pero hoy quiero que sea diferente.
Quiero no tener la culpa, quiero no hacerme doler pensando, quiero no tenerme encima, que no me pese cada cosa que hago o dejo de hacer, quiero no quedarme sin respuestas.
(Tengo un dolor en la garganta, un nudo sinfín, son tus palabras que me quedaron atragantadas.)
Quiero que pasen los días para poder mirar en perspectiva y poder verme chiquitita en el espacio. Darme un respiro y entenderme. Dejar que todo pase aunque sea doloroso, tan solo que pase.
Quiero no arrepentirme (otra vez),
quiero quererme por haber apostado aunque finalmente hayan sido espejitos de colores,
No quiero terminar quejosa, diciéndote todo lo que me molesta, no me soporto.
Quiero que nos veamos y que no me dé terror, sólo me den mariposas.
Quiero que me veas sin esfuerzo, que me busques sin programa ni plan, que quieras estar conmigo y no me extrañes al pedo.
Quiero que no me ocultes, que no me pregunten qué onda con vos y yo contestar “preguntale-a-él” porque no quiero seguir exponiéndome, porque estoy cansada de dar a ver que el que tiene dudas sos vos cuando yo sé muy bien lo que quiero. (Y sé muy bien lo que acepto y mis límites.)
Quiero que no escondas que estás conmigo, que puedas hablar de eso, y en especial que no me preguntes “¿qué más querés que haga?” cuando no hacés nada más que hablar.
Quiero no tener que decirte que “probar” es probar y que “te quiero” es “te quiero”, y que no nos enrosquemos en interpretaciones. (Y si tenés alguna duda, consultá en el diccionario.)
Quiero poder ir-siendo con vos y no tener que actuar por otros porque me cuesta mucho sostener esa tensión entre lo-que-quiero, lo-que-debo y lo-que-me-dicen.
Quiero que me quieras así y que no haya malos entendidos.