jueves, 18 de febrero de 2010

viernes

Me levanto apenas el sol me despierta. Arreglo la mochila, bajo a desayunar, me despido de la mañana del sur y parto al centro.


Después de dar unas vueltas por una ciudad que todavía estaba quieta, entro al ciber. Le pido una pc a la señora de siempre: “La 20” dice.

Me siento en “la 20” y giro mi cabeza hacia la izquierda;


- ¡Hey!

- ¡Hola! ¿Cómo andás?

Era un chico con el que bajamos la montaña el miércoles.


Charlamos un rato sobre algunos desencuentros y su vuelta a la cima esa misma tarde. Entonces le digo:

- Te voy a dejar algo para que le subas a Peter.

- ¿Qué? ¿una carta de amor?

- Noo! Un libro.

- Y… ya es tarde para cartas de amor – reflexiona en voz alta el flaco.

- Tomá.


Era el último libro de Julio, casi sin marcas de lectura porque yo todavía no lo había terminado. El flaco lo abre, lo mira como buscando algo, esperando…

- Bueno, se lo llevo y listo?

- Sí, y listo.

- Bueno, que andes bien. Buen regreso.

- Espero que no te pese mucho el libro. Nos vemos y gracias…


(Julio es mucho más que una carta de amor, pero este flaco no lo sabe…)


La vida tiene estas cosas. Un pendiente menos en la lista.

4 comentarios:

galletadelimón dijo...

Qué lindo.

macanudas* dijo...

ey mocosa.
vamos a tomar unos mates que yo quiero saber el inicio y el continuará de esto!

Mar dijo...

"...y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias."

Lucila dijo...

escribí
escribí
ESCRIBÍ