domingo, 14 de febrero de 2010

miércoles

Llego sola y me siento en la cocina.

Miro por la ventana, sin vidrio pero con nylon, y aunque está borroso no puedo sacar los ojos de ahí.

Después de un largo camino en soledad, me siento.

Ya devoré los sanguchitos de jamón y queso,…

…parece que el tiempo se detuviera.

Justo ahí llegás.


Ya te había visto pero dormías, te presentás, me presento.

“¿Viajás sola?”

“Sí, viajo sola… mi primera vez.”

“¡Bien! Yo también”.


Vos sos “amigo de la casa”, yo una recién llegada.

Vos artesano, yo psicóloga (pero de chicos).

Nunca supe cuántos años tenés pero tu cabeza rapada ya no es de facha.

Vos comés comida natural para mantener el equilibrio, yo sanguchitos porque soy vaga.

“Si querés hoy a la noche te invito a comer de mi comida.”

“Dale.”


Charlamos un rato más, te fuiste, me fui.

Nos volvimos a encontrar por Julio (Cortázar, claro). “Me da escalofríos esto”, por el libro decías, claro.

Empezó a llegar gente, llegaron las chicas y te perdiste.


De madrugada preguntaste: “Comés, Cele?” y comimos tu comida.

Pero después nos volvimos a perder y ya no nos encontramos.

Pensé en vos ésa noche y al día siguiente nos desencontramos.


“… me estoy yendo, señor…”, te dije como sin saber qué decir. Estabas cocinando y me saludaste y aunque pensé en dejarte al Julio que me acompañaba (o dejarte mi mail), sólo te saludé.


Bajé de la montaña con un sabor amargo, dejando algo pendiente.


Vos arriba y yo bajando…


2 comentarios:

Bel dijo...

hermosa historia, hermoso relato
otra excusa para volver

macanudas* dijo...

por qué corno empecé a leer de arriba hacia abajo!
por qué?!