Me levanto apenas el sol me despierta. Arreglo la mochila, bajo a desayunar, me despido de la mañana del sur y parto al centro.
Después de dar unas vueltas por una ciudad que todavía estaba quieta, entro al ciber. Le pido una pc a la señora de siempre: “La
Me siento en “la
- ¡Hey!
- ¡Hola! ¿Cómo andás?
Era un chico con el que bajamos la montaña el miércoles.
Charlamos un rato sobre algunos desencuentros y su vuelta a la cima esa misma tarde. Entonces le digo:
- Te voy a dejar algo para que le subas a Peter.
- ¿Qué? ¿una carta de amor?
- Noo! Un libro.
- Y… ya es tarde para cartas de amor – reflexiona en voz alta el flaco.
- Tomá.
Era el último libro de Julio, casi sin marcas de lectura porque yo todavía no lo había terminado. El flaco lo abre, lo mira como buscando algo, esperando…
- Bueno, se lo llevo y listo?
- Sí, y listo.
- Bueno, que andes bien. Buen regreso.
- Espero que no te pese mucho el libro. Nos vemos y gracias…
(Julio es mucho más que una carta de amor, pero este flaco no lo sabe…)
La vida tiene estas cosas. Un pendiente menos en la lista.