viernes, 16 de julio de 2010

ex-iste

No sé ya si la panza me duele de los remedios para el invierno, por una acidez inexplicable o por la angustia que resiste en la boca de mi estómago, insistiendo que le dé bola, que me ocupe de ella de una vez.

También está el dolor de cabeza, ése de arriba de los ojos, que cada vez que me paro o cambio de posición se aparece en la forma de un mazazo o de un tractor que aplasta el cuerpo para que se quede quieto, para que no se mueva aunque sea por un rato.

Y por supuesto, no se queda atrás la espalda-cuello, que pareciera que se hicieron un nudo para que no pueda pensar más.

Ahí está el cuerpo, ése que a veces pierdo de vista, para recordarme que él (como el sur) también existe.

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