
Por Liniers (obvio)
“La tristeza, los afectos tristes son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en sus esclavos. Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos. No es fácil ser un hombre libre: huir de la peste, organizar encuentros, aumentar la capacidad de actuación, afectarse de alegría, multiplicar los afectos que expresan o desarrollan un máximo de afirmación.
Convertir el cuerpo en una fuerza que no se reduzca al organismo, convertir el pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia.”
G. Deleuze
La tristeza
dobla el cuerpo,
lo empuja hacia delante
y lo único posible es mirar el piso…
…o el ombligo.
Entonces:
o te das contra el suelo
o quebrás tu cuerpo y mirás el cielo.
Y que el sol te ilumine la cara y el azulceleste te dibuje una sonrisa.
La alegría te endereza el cuerpo…
te da energía…
y así seguís caminando...
De vez en cuando me pierdo,
de vez en cuando me desencuentro
pero es de vez en cuando que tengo la oportunidad de que suceda.
Es tiempo de respirar hondo,
de sentarse en la tierra
al costado del camino,
y observar.
Mirar alrededor.
Quizás acostarse y mirar el cielo
intentar ver más allá de las nubes
que ya no son tan espesas.
Son las nubes de primavera
ésas que pueden llover
pero que enseguida se van y dejan el cielo claro,
limpio,
tan iluminado que apenas puedo mirarlo a los ojos,
y muy azul,
como un mar calmo infinito.
Dejo que la brisa despeine el pelo
y levante los pétalos y hojas sueltas,
que resople.
Cuando se escucha el silencio
cierro los ojos
y el tiempo se detiene.
Siento el viento y el calor del sol sobre el cuerpo
y en ese instante, vivo.
Me levanto despacito,
respiro nuevamente
y sigo caminando
con la esperanza de volver a detenerme más adelante
y volver a vivir por otro instante.