martes, 25 de noviembre de 2008

De chicos

“Un niño es una oportunidad, una oportunidad para reiniciar una historia ex-céntrica.”


¿Cómo ser “un niño”?

"Hacerse niño" implica descentrarse. Descentrarse del mundo adult(er)o, del mundo donde más que grandes hay viejos, donde no hay más que la responsabilidad por los otros, donde no hay ficción posible, solo la cruda realidad. Ese lugar donde no se juega, donde no se puede escuchar ni meterse, porque son “cosas de grandes”, porque los chicos (afortunadamente) no tienen lugar.

¿Cómo empezar a jugar?

Empezar a jugar solo es posible si nos dejamos ir como adult(er)os para ir siendo chicos, cada vez más chiquitos. Jugar es estar, es estar con el cuerpo, tirarse al piso, armar historias, actuar, dibujar, mancharse, gritar, reír, soñar. Nada de esto es “cosa de grandes”: no se ensucian, no dibujan, ni cuentan historias, menos que menos ríen o sueñan, y si lo hacen mejor callarlo. No tienen tiempo para jugar, están ocupados en cosas “importantes”, están “muy complicados”, no pueden hablar ni aflojarse. Los mayores pecan de omnipotencia, se creen superpoderosos, infalibles, inmunes, pero sobre todo son soberbios. Soberbios en creerse imperturbables, en sostener que son sus problemas los más graves y por eso tienen esa cara de culo adherida. Los chicos no tienen más que “caprichos”, “berrinches” o “nanas”, son “maleducados”.

No dramatices, por favor solicita con fastidio un viejo a una niña, y se pierde de escuchar lo que la pequeña dice. ¿Qué dice la niña? Nunca lo sabrá porque tiene “oídos de viejo”, esos que no escuchan lo esencial. Entonces, si “lo esencial es invisible a los ojos” y los viejos no lo escuchan, se quedan con que los chicos dicen “pavadas”, “sonseras”.

“Más sonso serás vos, viejo choto.”, murmura una chiquita conteniendo el sollozo. “Tarado, estúpido.”, redunda ella luego de reiterados llamados. Ay, pobres viejos chotos que se pierden de lo que esta chiquitita puede decirles. Pobres adult(er)os que centrados en sus “problemas importantes” no prestan atención a lo esencial de la vida, que no ven la luz porque cierran los ojos y no escuchan las músicas porque sus oídos solo son sensibles a los problemas.

Dichosos sean los niños que a pesar de no ser escuchados por esos viejos estúpidos, resisten a los embates del mundo adult(er)o y no pierden su inocencia.

2 comentarios:

macanudas* dijo...

jajajaja
ya te lo dije,
pero tus palabras son
dulces y ácidas
directas y difusas
trilladas y nuevas

(todojunto y a la vez)

cel. me encanta leer(te)
me gustan tus (paréntesis)
beso!
lu

Mar dijo...

te gustan?(debe ser que mis paréntesis dicen mucho).
acá puedo chiquita sin que me reten.
gracias lu.
Besos