No quiero terminar quejosa, diciéndote todo lo que me molesta, no me soporto.
Quiero que nos veamos y que no me dé terror, sólo me den mariposas.
Quiero que me veas sin esfuerzo, que me busques sin programa ni plan, que quieras estar conmigo y no me extrañes al pedo.
Quiero que no me ocultes, que no me pregunten qué onda con vos y yo contestar “preguntale-a-él” porque no quiero seguir exponiéndome, porque estoy cansada de dar a ver que el que tiene dudas sos vos cuando yo sé muy bien lo que quiero. (Y sé muy bien lo que acepto y mis límites.)
Quiero que no escondas que estás conmigo, que puedas hablar de eso, y en especial que no me preguntes “¿qué más querés que haga?” cuando no hacés nada más que hablar.
Quiero no tener que decirte que “probar” es probar y que “te quiero” es “te quiero”, y que no nos enrosquemos en interpretaciones. (Y si tenés alguna duda, consultá en el diccionario.)
Quiero poder ir-siendo con vos y no tener que actuar por otros porque me cuesta mucho sostener esa tensión entre lo-que-quiero, lo-que-debo y lo-que-me-dicen.
Quiero que me quieras así y que no haya malos entendidos.
Esto es lo que quiero, ni más ni menos.